Cromoterapia: los colores y el estado del ánimo

Este artículo se publicó en el número 18 de la revista Distrito Oficina.

Como buen hijo de los 90, uno de los primeros recuerdos que tengo de cómo el color afecta las emociones es un día comiendo en un McDonalds. Hoy en día la cadena cuenta con restaurantes casi elegantes, con moderno mobiliario y una gama cromática contenida, pero en su día entrar en un McDonalds era sinónimo de una subida de tensión (sobre todo para mi padre): la explosión de rojo esmaltado y brillante color amarillo que te recibía era inolvidable. En esa época comenzó a extenderse el rumor de que la cadena empleaba colores chillones para provocar urgencia en los visitantes y aumentar la rotación.

Desconozco cuánto había de cierto en esos rumores, pero lo que me quedó claro es que los colores que nos rodean nos afectan más de lo que pensamos. Aunque es un tema con muchas opiniones, casi todos aceptamos que existen colores cálidos (principalmente el rojo, amarillo y naranja) y colores fríos (verde, azul y morado). Sin embargo cuando nos sumergimos en el mundo de la psicología del color otra cosa queda clara: aquí nada es blanco o negro. 

Colores cálidos

El rojo es el más intenso de los colores cálidos y también el más polarizante: evoca sensaciones de energía y pasión... pero también puede suponer un sobresalto ya que se puede asociar con el peligro. Idealmente debería usarse como detalle o para llamar la atención de algún elemento. También puede provocar que reaccionemos más rápido y con más vigor, lo cual lo hace interesante para espacios enfocados en actividades físicas. El cercano rosa aporta menos intensidad y suele asociarse con creatividad, ingenuidad y playfulness.  

Siguiendo en la calidez encontramos el naranja, que por lo general transmite energía y entusiasmo. Como el rojo, nos permite llamar la atención sobre algún elemento pero sin sus connotaciones negativas. Aún así también se aconseja usar en detalles, ya que es difícil conseguir espacios donde apetezca estar mucho tiempo si abusamos de él (un ejemplo equilibrado son las oficinas de ING, donde sirve de acento en el mobiliario). 

Cerrando la tríada “cálida” aparece el amarillo, que se asocia con la esperanza y la positividad. Emplearlo en zonas de trabajo en grupo puede ayudarnos a lograr colaboraciones armoniosas y productivas, pero cuidado: un exceso puede alterarnos y provocar confrontaciones.

Colores fríos 

No caigamos en la tentación de asociar los colores fríos con emociones negativas: al igual que sus “hermanos” más cálidos esta gama cromática es capaz de generar diversas sensaciones. El azul sin ir más lejos puede inducir cierta tristeza (nuestro tradicional “estoy de bajón” se traduciría en inglés como “I’m feeling blue”) pero bien usado provoca tranquilidad, nos equilibra fisiológicamente (pues rebaja el ritmo respiratorio y cardíaco) y genera confianza. De ahí también que muchas empresas lo empleen como color corporativo ya que es un color “políticamente correcto” y que difícilmente generará detractores. 

Por último, otro color frío según la rueda de color sería el verde, pero nadie diría que un espacio con marcada presencia de vegetación resulta frío o poco acogedor. Y es que la biofilia es la manera más natural (valga la redundancia) de aplicar un color que reduce la ansiedad y genera armonía y equilibro. En espacios con mucha presencia de tecnología y pantallas es buena idea aplicarlo en forma de plantas y textiles para compensar la frialdad del metal y el plástico. 

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